lunes

Sábado

Lo empujé, le grité, le dije que se valla, lo trate lo peor que pude solamente para que me diga que se quedaba conmigo, que no se iba a mover de mi lado, que se quedaría a cuidarme.
Error.
Se fue.
Y ahí estaba otra vez sola, sentada, con la cabeza y el estomago dándome vuelta. Nunca más iba a tomar.
No recuerdo el momento que llego ese hombro amigo en el cual me apoye mientras sus labios me decían demasiadas verdades juntas, tampoco recuerdo el momento que borre su número de mi celular, ni como llegue a mi casa.
Solo me acuerdo de la bronca acumulada en el pecho, la decepción a flor de piel, la impotencia, la contradicción de sentimientos, la tristeza y la pena flotando en el aire.
Solo pensaba en lo poco que valía para el, que ni en el estado que me encontraba estaba a mi lado. También en la falta de valor para decir las cosas y que ya era hora de asumir toda la culpa en esta historia, asumir que yo era la loca y la que se hacia mal sola. Y sobre todas las cosas en que no iba a tomar mas.

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